Brotan en Texas aguas contaminadas

En el árido oeste de Texas, manantiales de agua contaminada emergen de viejos pozos abandonados, arrastrando consigo petróleo, agua salobre y otros residuos tóxicos.

 

Sin embargo, el verdadero peligro yace bajo tierra, donde estos contaminantes amenazan con infiltrarse en los acuíferos que abastecen a ciudades, granjas y ranchos, de acuerdo con una investigación realizada por la periodista Alejandra Martínez, del Texas Tribune, publicada en febrero de 2025.

 

El fenómeno es atribuido a los pozos P-13, denominados así por un formulario de la Comisión de Ferrocarriles de Texas (RRC, por sus siglas en inglés). Estas perforaciones, muchas de ellas con más de un siglo de antigüedad, fueron abiertas en la fiebre del petróleo y, al no resultar productivas, fueron convertidas en pozos de agua por los propietarios de la tierra. 

 

Uno de los casos más alarmantes es el del Lago Boehmer, un cuerpo de agua salina de 60 acres en el Condado de Pecos, formado hace más de dos décadas cuando un pozo abandonado comenzó a filtrar grandes volúmenes de agua salobre. El lago no sólo sigue creciendo, sino que también libera sulfuro de hidrógeno, un gas tóxico, y metales pesados como arsénico.

 

En 2023, el Congreso de Texas aprobó la Ley 4256, que destinó 10 millones de dólares para la creación del Programa de Subven-ciones para el Sellado de Pozos con Fugas, bajo la administración de la Comisión de Calidad Ambiental de Texas (TCEQ). Sin em-bargo, a pesar de la urgencia del problema, a la fecha ningún fondo ha sido distribuido. La TCEQ aún está en proceso de reglamentación y espera comenzar a otorgar subvenciones en verano. El periodo de comentarios públicos sobre el programa concluyó el 4 de febrero.

 

Para expertos como Hawk Dunlap, especialista en control de pozos, la solución no es sencilla. “Cada pozo es un caso distinto. Sellarlos no es tan fácil como llenarlos de concreto. Es como volar a ciegas”, advirtió. Dependiendo de su profundidad y las condiciones hidrogeológicas, el costo de clausura puede oscilar entre cientos de miles y millones de dólares.

 

El problema se agrava porque la RRC, entidad encargada de regular la industria petrolera en Texas, no considera los pozos P-13 dentro de su responsabilidad, ya que han dejado de ser oficialmente pozos petroleros. Esta postura ha generado disputas legales y reclamos de grupos ambientalistas y funcionarios locales.

 

La frustración es evidente en entidades como el Distrito de Conservación de Aguas Subterráneas de Middle Pecos, que ha solicitado reiteradamente la inclusión de al menos 40 pozos en la lista estatal de pozos huérfanos susceptibles de recibir fondos federales para su sellado. La RRC rechazó la petición, dejando a los terratenientes sin opciones de financiamiento.

 

“Parece que a nadie le importa el oeste de Texas. Es desolador. Los propietarios no pueden usar fondos federales para tapar estos pozos a menos que estén en la lista oficial, y la comisión se niega a incluirlos”, lamentó Ty Edwards, gerente del distrito.

 

Fuente: El Mañana.