Nacional
Un año después de la masacre en UTEG, el caos sigue vivo

El día que el metal y el horror se encontraron en Guadalajara
GUADALAJARA, Jalisco.- Imagínense esto: un chavo de 20 años, con una playera de Slipknot (porque, claro, el metal siempre es el soundtrack de las tragedias), se para frente al espejo, se cubre la cara con una tela, agarra un hacha como si fuera un personaje de Friday the 13th, y se toma una selfie. Sí, una selfie. Porque en pleno 2024, hasta los crímenes más oscuros tienen su momento Instagram. Publica la foto en Facebook con el mensaje: “Hoy es el día”. Spoiler: no era el día de lanzar su carrera como influencer.
El 6 de marzo de 2024, Gabriel Alejandro llegó al UTEG Plantel Olímpica, en el Bulevar Marcelino García Barragán. Con un hacha y tres cuchillos (porque uno no era suficiente, aparentemente), irrumpió en el área administrativa. Dos trabajadoras, Blanca Lilia y Ana Gabriela, perdieron la vida, y un coordinador académico quedó herido. El caos se desató, y el 911 recibió llamadas desesperadas. Algunos empleados se encerraron en una habitación, como si fuera un capítulo de The Office, pero sin el humor.
Un profesor, con más reflejos que un gamer en un torneo de Fortnite, sacó a sus alumnos del salón y los llevó a la biblioteca. Luego, los guió hasta un estacionamiento de una tienda de autoservicio. Mientras tanto, la policía de Guadalajara llegó y encapsuló a Gabriel, quien intentó atrincherarse con sillas (porque, obvio, las sillas son la mejor defensa contra un SWAT).
Pero la cosa no terminó ahí. Horas después, en el Motel Gran Vía, encontraron el cadáver de otra víctima, Mónica Abigail. Las cámaras de seguridad confirmaron que Gabriel había estado allí. Y, como en toda buena historia de crimen moderno, las redes sociales jugaron un papel clave. En su perfil, el joven compartía referencias a masacres anteriores, como la de Sao Paulo en 2019. Porque, claro, el fanatismo por la violencia también tiene su fandom.
El final que nadie esperaba
Gabriel fue enviado a Puente Grande, donde enfrentaría cargos de feminicidio y tentativa de homicidio. Pero, en un giro digno de una serie de Netflix, no llegó a juicio. El 5 de agosto de 2024, mientras tendía su ropa en el Reclusorio Metropolitano, decidió saltar al vacío. Lo llevaron al Hospital Civil de Guadalajara, pero murió a las 19:55 horas. Así terminó la vida de quien dejó una herida abierta en la ciudad.
La masacre en la UTEG no solo fue un acto de violencia, sino un recordatorio de que la salud mental y la violencia de género son problemas urgentes. Y, aunque Gabriel ya no está, las preguntas siguen: ¿cómo evitamos que esto vuelva a pasar? Porque, como diría cualquier millennial después de ver un documental true crime en Netflix, “esto es más común de lo que pensamos”.

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